miércoles, 23 de septiembre de 2015

10. Lúcida Menteclara.

   Sigfrido no salía de su asombro. ¿De dónde Diablos había salido aquella mocosa? ¿Y cómo es que no se había dado cuenta de que lo seguía tan de cerca? No quería pensar en lo que podría haber pasado si se hubiese tratado de un ladrón sin escrúpulos. Tendría que extremar las precauciones y andar menos distraído si no quería llevarse más sustos como aquel.—¿De dónde sales tú, pequeña? —preguntó a la niña con amabilidad, tratando de ocultar el tremendo fastidio que aquella inesperada situación le producía—. Tu hermano y yo te buscamos por todas partes.

—¿Y dónde está mi hermano? —preguntó la niña a su vez.

   Sigfrido, entendiendo que la pérdida de su hermano debía suponer un duro golpe para la chiquilla, decidió contar lo sucedido, olvidando mencionar, eso sí, cualquier detalle que pudiera dejarle en mal lugar. Lo que significaba callar muchas cosas, tantas, que incluso el propio Sigfrido se sorprendió. Trató, eso sí, de magnificar los actos de Alonso, pero fue incapaz, pues el heroísmo del muchacho fue tal que poco podía añadirse a lo que había hecho.

—Nunca he visto a nadie pelear como lo hizo tu hermano. Es digno merecedor de una canción de gesta—terminó diciendo, sincero.

   Luego de un extraño momento de silencio, durante el cual la pequeña no dejó de mirar fijamente a los ojos de Sigfrido, algo que puso bastante nervioso a éste, la niña decidió relatar sus aventuras. Al parecer, su gusto por salir de noche a escondidas de sus padres no era algo nuevo. Para Lúcida Menteclara, que así se llamaba la cría, la sensación de jugar bajo un cielo estrellado no tenía igual. Primero se dejaba llevar hasta la pequeña arboleda que había frente a la posada, donde los propios árboles parecían recibirla complacidos por su visita. A Lúcida le parecía que aprovechaban el ruido producido por la ligera brisa al mecer sus ramas cargadas de hojas para susurrarse cosas los unos a los otros. "¿Has visto lo hermosa que viene esta noche?", le gustaba pensar que decían. Después de pasear entre los magníficos árboles, se dirigía feliz al cementerio, donde siempre dedicaba palabras cariñosas a los que allí yacían. Luego, cantaba y bailaba entre las tumbas hasta caer rendida. "Debían sentirse tan solos y abandonados, tan olvidados", prosiguió contando. "Pero esta noche, por alguna razón, sucedió algo terrible; los muertos despertaron y abandonaron sus tumbas enfurecidos. No se parecían en nada a las personas que yo imaginaba que debían ser cuando vivían, aun aquellos que conocía, sino seres monstruosos. Asustada, tuve que esconderme y guardar silencio. Crucé los dedos para que me diera suerte, y así estuve hasta que te vi pasar y decidí seguirte".

—¿Y qué pasa con tus padres? —preguntó Sigfrido.

—¿Es que no me llevas con ellos? He pensado que estarían a salvo en otro lugar. La posada no es segura con esos monstruos tan cerca.

   Sigfrido frunció el ceño desconcertado.

—Claro, mi bella Lúcida, que te llevo con tus padres. Sólo espero que no se hayan extraviado —dijo, ignorando la suerte que pudiesen haber corrido éstos, más aún su paradero.

   Y así fue que, contra todo pronóstico, Sigfrido encontró compañía, aunque no quizás la que quería. De nuevo, el destino el buen camino le proponía. De lo que haría más adelante, ya se vería.

   Mientras tanto, en la posada, una multitud de muertos vivientes se agolpaban en torno a ésta. Tras mucho golpear y empujar, la puerta acabó hecha pedazos, dejando paso a aquel torrente de maldad. Los gritos desesperados del posadero y su mujer no fueron escuchados por nadie. Estaban condenados a sufrir un desagradable y doloroso final a manos de esas terribles criaturas. "Ni siquiera se molestan en sazonarnos antes de tragarnos", fue el último pensamiento del posadero, que siempre había disfrutado de un peculiar sentido del humor, incluso en un momento como aquel.

   Imagen extraída de www.elblogderapanuy.blogspot.com Desconozco el nombre de su autor, por lo que agradecería cualquier referencia al mismo para poder dedicarle una más que merecida reseña o retirar la imagen si así lo prefiriera.




4 comentarios:

  1. Muy bueno¡¡¡
    El final... una pasada, sin sazonar¡¡¡¡ ala a comer¡¡¡
    estaré deseando seguir tus entregas¡¡¡
    Dónde me uno al blog?
    Un abrazo¡¡¡

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    1. ¡Hola! Muchas gracias por los ánimos. En cuanto a lo de cómo unirte al blog, la verdad, no sé cómo responder a eso, que ya quisiera. Soy demasiado novato y zoquete en estas tecnologías. Sé que es Blogger el soporte, y que parece ir enlazado a mi cuenta de Google plus. Investigaré en cuanto pueda y si averiguo algo lo pondré por aquí.
      ¡Y gracias de nuevo! ☺

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  2. Buena continuación, aunque una nueva entrega de la desaparición casi completa de la familia Menteclara, pobres. No seas tan malo hombre jaja. Por cierto, si te sirve de ayuda, te recomiendo la web "pixabay" para las fotos, ahí la mayoría no tienen derechos de autor y puedes usarlas libremente. ¡Un saludo!

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